Paisajes en extinción son aquellos que alguna vez existieron en nuestra vida, que dejan de estar presentes porque la sociedad se los lleva, porque permitimos que se los lleven, porque nuestra mente ya no los recuerda, porque nuestros sentidos ya no los perciben.
Para poder evocar esos paisajes en extinción podemos dejarnos llevar por el abandono, por el abandono como belleza, como exaltación a la nada, a la ausencia de movimiento, la apología a la interrupción.
Reivindicar la interrupción para dejar que los sentidos se vacíen y luego vuelvan a percibir. “Dejar de tocar para poder acariciar, dejar de oler para intuir, dejar de escuchar para oír, dejar de mirar para ver, sin focalizar, sin intención pero con atención, sin necesidad de comprender, pero con los oídos abiertos pero con los ojos abiertos no a lo que escuchamos ni a lo que miramos sino a todo lo que oímos y vemos sin que para ello exista sonido o exista luz”, así sintetiza Julio Fernández Peláez de lo que habla la pieza performance de la compañía de teatro Anómico Teatro que tuve el placer de ver hace unas semanas.
El olor a rosquillas de anís que cocinaba con mi abuela
Las antiguas naves de Poble Nou ya no sirven para la industria, sirven para acoger a personas sin techo
Las tardes yendo y viniendo en bici con mi amiga M.
Los viajes inacabables con el Renault 4 amarillo de mis padres
Aquellas vacaciones en Benidorm olían a macarrones con tomate
Las conversaciones sobre chicos con mis amigas cuando teníamos 13 años
El olor y gusto dulzón del licor de endrinas
Las películas de vaqueros
Los casettes apilados en un armario de casa
El volumen de la tele que mirábamos durante incansables horas
El temblor de mis piernas cuando salía de la piscina y el aire se colaba por una rendija de la ventana
El olor a ferormonas desprendidas con el baile sexual de los cartageneros de Colombia
Aquel viaje al Pilar de Zaragoza, esa muchedumbre que esquivábamos con litros de alcohol
Tus caricias, esas caricias inolvidables de tus dedos en mis dedos
Respiré el miedo cuando oí el rumor de decenas de caballos acercarse a nuestros sacos de dormir al raso en Mongolia
Metamorfosis de Kafka, mascando el placer de una obra tan impresionante
Tu mirada empática y cercana la tengo siempre grabada en mi mente
El olor a animales que tenían las casas de Alusí, sierra de Chimborazo, Ecuador
Paremos, paremos para luego retomar la vida real y tratar de percibirla con todos nuestros sentidos, más puros y atentos.
Evoquemos nuestros recuerdos, sobre todo ahora que llega la Navidad.
¿Cuáles son tus paisajes en extinción?






Hay algunas cosas de mi chaqueta UMA que no me convencen, pero como está confeccionada con algunos de mis colores favoritos me combina y me la pongo, que es bastante importante.
Enlaces: MIMI, el club de las malas costureras
Patrón: Patrón chaqueta UMA de Manos Revoltosas, muchísimas gracias por tu generosidad.
Tela: tela de sudadera de invierno con velour de Cal Joan, snaps de Snapclic.